Cuando un equipo se mete en la parte baja de la clasificación, los elementos frente a los que tiene que luchar parecen unirse para no dejarle salir del pozo. A la falta de gol, a la fragilidad defensiva o a las lesiones inoportunas, suelen sumarse decisiones arbitrales que ahondan en la hérida de estos equipos. Este fin de semana, cuatro de los cinco últimos clasificados han encontrado argumentos de peso para justificar sus derrotas aludiendo a los hombres de negro.
Osasuna, el colista de la Liga, se la jugaba en Huelva. Mejuto González, como ya hiciera en su último partido arbitrado en Riazor, obvió un claro penalty, pero está vez su asistente no pudo corregirle desde la otra banda. El delantero osasunista Dady se disponía a disparar cuando fue derribado por Arzo, Mejuto creyó que el defensa onubense había tocado balón. Nada más lejos de la realidad. Este error, con 0-0 en el marcador, se sumó a los ya intrínsecos de los pamplonicas para acabar cayendo en Huelva.
El nuevo ocupante de la zona roja de la tabla, el Mallorca de Gregorio Manzano, vio como Paradas Romero les castigaba señalando como penalty un piscinazo de Uche en los primeros minutos de partido. El error del colegiado andaluz encauzó la victoria del Getafe. También salió perjudicado el Numancia, que aguantaba el empate en Málaga hasta los últimos cinco minutos. Delgado Ferreiro señaló un penalty en el área numantina por una falta, que sí existió, fue fuera del área grande. Por último, el Espanyol se quedó con un hombre menos en la primera parte, Iturralde expulsó a Rufete por dos manos rigurosamente voluntarias.
Al igual que estos equipos, hubo un jugador que fue duramente castigado este fin de semana: Leo Messi. Medina Cantalejo debió cortar antes las entradas que sufrió la estrella azulgrana, a pesar de que transcurrieran los primeros minutos del clásico, las faltas eran duras y sin demasiadas opciones de cortar el balón. No me gusto el arbitraje del andaluz, aunque acertó al decretar el penalty de Salgado. No descontó nada en la primera mitad, obviando el cambio y las pérdidas de tiempo, y su rigor a la hora de mostrar las tarjetas era más aleatorio que arbitrario.
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